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Muchos de nosotros decimos al amigo o al familiar que acaba de perder a un ser querido “SI PUEDO ayudarte en algo, avísame”. Y lo decimos de todo corazón. Haríamos cualquier cosa por ayudarle. Pero ¿suele llamarnos el doliente para informarnos: “He pensado en algo en lo que me puedes ayudar”? Raramente. Es obvio que hemos de tomar la iniciativa si de verdad queremos ayudar y consolar a quien está de duelo.A continuación le daremos algunos consejos que le serán de ayuda a la hora de enfrentarse ante una situación así:
Escuche: Sea “atento en cuanto a oír”. Una de las principales ayudas que puede dar al doliente es compartir su pena escuchándolo. Quizás él necesite hablar de la persona querida que ha fallecido, del accidente o la enfermedad que causó su muerte, o de sus sentimientos. Así que pregúntele: “¿Te gustaría hablar de ello?”. Deje que él lo decida. Recordando la muerte de su padre, un joven dijo: “Me ayudaba mucho el que me preguntaran por lo sucedido y que entonces me escucharan de verdad”. Escuche paciente y compasivamente a las personas desconsoladas sin pensar que tiene que darles respuestas o soluciones. Deje que expresen lo que quieran.
Tranquilícelos: Asegúreles que ellos hicieron cuanto estuvo a su alcance (o cualquier otra cosa que sea cierta y constructiva). Cálmelos diciéndoles que lo que sienten —tristeza, ira, culpa o cualquier otro sentimiento— seguramente es normal. Hábleles de personas que usted conozca que hayan logrado sobreponerse a una pérdida similar a la de ellos.
Ofrézcase: Póngase a su disposición no solo en los primeros días, cuando están presentes muchos amigos y familiares, sino incluso meses después, cuando todos han vuelto a sus actividades diarias. Así mostrará ser “un compañero verdadero” que permanece junto a su amigo en los momentos de “angustia”. “Nuestras amistades procuraban que tuviéramos algo que hacer todas las noches para que no pasáramos mucho tiempo solos en casa —cuenta Teresa, cuya hija pereció en un accidente de tráfico—. Eso nos ayudó a llenar el vacío que sentíamos.” En los años subsiguientes a la pérdida del ser querido, los sobrevivientes pueden experimentar mucha angustia al llegar aniversarios como el de bodas o el del fallecimiento. ¿Por qué no marca tales fechas en su calendario a fin de que, llegado el momento, se acuerde de ponerse a su disposición y así darles apoyo moral, si lo necesitan?.
Tome la iniciativa: ¿Hay que realizar ciertas gestiones? ¿Se precisa que alguien cuide de los niños? ¿Necesitan alojamiento los amigos y parientes que han llegado de fuera? Las personas que acaban de perder a un ser querido suelen estar tan aturdidas que ni siquiera saben lo que ellas han de hacer, por lo que difícilmente podrán decir a los demás en qué les pueden ayudar. Así pues, si se da cuenta de que debe hacerse algo sin falta, no espere a que se lo pidan; tome la iniciativa. Una mujer que había perdido a su esposo relató: Muchos me dijeron: “Si hay algo que pueda hacer, dímelo”. Pero hubo una amiga que no me preguntó: fue directo al dormitorio, deshizo la cama y lavó las sábanas que mi esposo había manchado al morir. Otra amiga tomó un cubo lleno de agua y detergente y limpió la alfombra sobre la que él había vomitado. Unas cuantas semanas después, un vecino se presentó en casa en ropa de trabajo y con sus herramientas, y me dijo: “Seguro que hay algo que reparar. ¿Qué es?”. No sabe cuánto le agradezco que me arreglara la puerta, que estaba colgando de una bisagra, y que me reparara un electrodoméstico”.
Sea hospitalario: “No olviden la hospitalidad”, nos recuerda la Biblia. Debemos acordarnos de mostrar hospitalidad en especial a los que están de duelo. En lugar de decirles que pueden visitarle cuando quieran, concrete el día y la hora de la invitación. No se rinda enseguida si la declinan. Puede que necesiten que les insista un poco. Tal vez rechazaron su oferta por temor a perder el control de sus emociones frente a otros. También es posible que no les parezca bien disfrutar de una comida y de compañía en tales momentos.
Sea paciente y comprensivo: No se sorprenda demasiado por lo que los dolientes puedan decir al principio. Recuerde que quizás estén indignados o se sientan culpables. Si se desfogan con usted, deberá ser comprensivo y paciente para no alterarse. “Visitarlos con tiernos cariños de compasión, de bondad, de humildad, de apacibilidad y de gran paciencia”.
Escriba una carta: Con frecuencia se pasa por alto el valor de una carta de pésame o una tarjeta de condolencia. ¿Qué ventaja ofrecen? Pamela cuya madre murió de cáncer, responde: “Una amiga me mandó una bonita carta que me ayudó mucho porque podía leerla y releerla”. Una carta o tarjeta de consuelo puede componerse de solo unas “pocas palabras”, pero debe estar escrita con el corazón. En ella puede decirle al doliente que se preocupa por él o ella y que guarda gratos recuerdos del difunto, o puede explicarle cómo influyó este en su propia vida.
Ore con ellos: No subestime el valor de orar con los afligidos y a favor de ellos. La Biblia dice: “El ruego del hombre justo […] tiene mucho vigor”. Si el o ellos los escucha orar por ellos puede ayudarles, por ejemplo, a vencer sentimientos negativos como el de culpa.
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